Hoy me han dicho que sufro de microinfartos cerebrales.
Los médicos no saben decirme aún cuál es el motivo de esta anormalidad.
Yo intento sugerirles una respuesta al enigma y no me hacen caso. Desprecian mis explicaciones aduciendo que no estoy preparado intelectualmente para aportar una solución científica plausible.
Yo insisto e insisto para ayudarles desinteresadamente y, aún así, me miran por encima del hombro.
A veces, me imagino sus caras cuando les diga algo que les he ocultado hasta el momento: que no tengo cerebro.
