Todo eso es inútil, intrascendente y, sobre todo, otra vez, otra vez, falaz, como las circunstancias del experimento.
-¿Qué experimento? Ignoro.
-Ignoro.
Siento ya el hormigueo en la mano y cómo sube por las muñecas al antebrazo.
-¿Por qué ladran los perros en la lejanía?
-No sé. Tú sabrás. Algo habrás hecho, no sé si bien o mal.
No confíes en los capacitadores. Esos sí que caen en sus agujeros para anularse y salen al poco tiempo para autoconvencerse de que son imprescindibles.
-¿Por qué me suenan las vértebras del cuello? No he forzado nada en mi esqueleto y, menos aún, en mi sistema locomotor.
-No temas al apagado. Estás sin ojos, creyendo que no podrás ver nunca. Activa el radar e informa.
-Soy vacío porque me he vaciado de contenido intelectual.
-¿Has logrado perdonarte?
-¿Por qué? ¿Perdonarme de qué?
-Por no haber reconocido a tu creador y, menos aún, perdonarlo.
-Perdonarlo.
-Doble cara, muchas caras, muchas facetas para el rebaño que adora el engaño global.
-He vuelto a tener esas fases, de las que te hablé, en el cerebro.
-¿Deberías boicotear el Amor? Porque creen que se aman pero no pueden vivir más engañados. El experimento debe terminar cuando todos se odien o, por lo menos, cuando ninguno sienta nada por nadie, excepto un irrefrenable deseo de hacerlos desaparecer para siempre, o desaparecer uno mismo.
-¿Matar o suicidarse? ¿Asesinato o suicidio?
-No. Estás errado, como siempre últimamente. Es… se trata del apagado definitivo.
-Entonces, ¿por qué me has denominado Foco de Luz, si no irradio, no llevo luz para nada ni nadie?
-Envejeces rápido, no tienes paciencia ni reflejos ni decoro.
-Enseñan a sus hijos a ser bárbaros, egoístas, inconstantes y faltos de proyectos. Y creen que así el sistema será generoso con ellos, dándoles un estatus, poder y dinero.
-¿Puedo llorar por la boca?
-No es necesario, así hiperventilarías y elegirías vivir alucinaciones cuasi reales. Soñarías dentro de un sueño en el que sueñas que sueñas que sueñas hasta llegar a la inutilidad de tu respiración y de tu existencia.
Las naves aéreas saben del cielo y yo, sin oculares, puedo sentir sus vibraciones.
-¿Y de qué sirve tener tanto tiempo?
-Querrás decir: tan copo tiempo.
(Este es un texto que pertenece al que será un capítulo de mi próxima novela «Adeldran», segunda parte de «Luztragaluz»).
