He intentado no mirarla a los ojos, pues todos me decían que no debía hacerlo. He intentado no sentir aversión hacia ella, porque los demás me aconsejaban castigarla con mi indiferencia. Pero ella estaba allí, retándome con su mirada apagada, pero penetrante, sabedora de que, por mucho que intentara esquivarla, ella, paciente desde el principio de los tiempos, vencería mi terca osadía de no irme con ella.