Agachada. Otra vez. Recogiendo los papeles del suelo tirados, a posta, por el incompetente de su jefe.
Sabiendo que por encima de aquél había otros jefes que sí la tomaban en serio.
Muy poco le faltaba a aquel estúpido de reír sus propias ocurrencias sobre el físico de su secretaria, porque su secretaria, ella, tenía ideas propias, coherentes y originales, sobre cómo llevar una empresa.
Y se levantó. Entregando ordenados los informes desparramados. Con humildad. Con generosidad, con valentía.
Sonriendo.
Nunca, nunca se debería consentir reírse de nadie, porque todos somos personas. Abrazo, Jesús
Cuando he sido jefa, siempre he mantenido la consideración hacia los demás. Funciona mucho mejor trabajar en un equipo motivado, que jugando al tiranuelo, cosa que considero propia de los mediocres empoderados.