Había escuchado rumores sobre los planes exploratorios de los infieles. No daba demasiado crédito a esos afanes. Sabía del retraso en las artes navegadoras y en los incentivos que los grandes de la zona cristiana imbuían en sus súbditos para animarlos a que descubrieran nuevas tierras para ellos: La ambición material. Todos serían ricos, y se alimentaría esa riqueza mutua arrancando tesoros a los salvajes de esas tierras. Sin embargo, él y los que, como él, adoraban el nombre de Alá, buscaban otro tipo de riquezas bien distintas: Las que el raciocinio surtía con el tratamiento del conocimiento, en la vorágine de la sabiduría.