La mediocridad impera.
El siempre lo mismo una y otra vez y otra vez y otra vez.
Y la sostienen los egos de los mediocres, el éxito inmediato para ser, poco después, olvidados, pues un mediocre no se distingue de otro mediocre. Son como espejismos de aburrimiento. Conformistas en el rebaño, sin luchar por la excelencia.
Acoplándose a lo fácil, a la moda, a la estupidez del que los contempla.