SEGUNDA PARTE
VI
Habían transcurrido demasiados días desde el comienzo de las amargas vicisitudes. El mundo continuaba abocado a un sino incierto y nadie en él hacía lo necesario por intentar persuadirse de ello.
Y allí estaban ellos, mártires de sus propios compromisos. Lo que les fue prometido, nunca les llegó. La hipocresía pertinaz seguía anclando a los hombres de esta sociedad, pretenciosamente perfecta, en un mar de ilusiones vanas. Y ellos eran las víctimas.
En estos momentos sufrían la incertidumbre de sentirse útiles hacia los demás sin llegar a traicionar sus ideales. Lo que ocurrió con Eckar les sumió en hondas reflexiones sobre la verdad de las intenciones del suplantador de Lamaret.
Aún no comprendían muy bien la motivación de ese gran montaje, pero el verse a sí mismos como pequeñas islas vírgenes en medio de un gran océano de corruptibilidad, les hacía sentirse desvalidos en extremo.
¿Qué hacer entre tanta impotencia? Algunos de ellos pensaban que si se postraban ante el nuevo orden, quizás la libertad estaría cerca. Que si hacían notar su indefensión, les dejarían en paz y podrían forzar el regreso, el ansiado retorno al mundo mejor que abandonaron. A aquel tiempo que les parecía inquietante, pero que, en comparación con el que ahora les tocaba asumir, se convertía en modelo de transigencia.
-Señorita Landakeer, Imagien Ges, responda.
-Se lo vuelvo a repetir: Quizá yo no sea el sujeto adecuado.
-Le ruego se atenga a mi cuestionario- el timbre de voz hueco y metálico ya no le indignaba.
-Estúpido bastardo, ¿sabe quién soy yo?
-Lo correcto sería: ¿Sabe quién fui yo?
Estaba confiando demasiado en su instinto femenino. Se reconocía a sí misma que ya le había fallado varias veces.
Su pelo lacio, largo y rubio ondeaba al colisionar aquel viento artificial, inspirado por el gran depurador cicliónico de aire que tenía frente a la tensosilla sobre la cual había sido obligada a prestar declaración. Los dos SINDRAS que la escoltaban sabían que aquella corriente de aire podía transformarse en una tortura, y aprovechaban tal circunstancia al máximo, pues prestaban caso omiso a las protestas que de vez en cuando la historiadora selenita argüía.
-¿No iríamos más adelantados si me dijeran de una vez por todas la razón o el objetivo de este interrogatorio?
-La verdad es, señorita Landakeer, que en estos momentos se están repitiendo las mismas preguntas en veintiún lugares simultáneamente. Reconocemos que ciertos esfuerzos son vanos, como en el caso del congegaard Eckar, pero ahondamos en la esperanza que algunas mentes razonables cooperen de forma patente.
-Desde que llegué, hace hora y media, lleva soltándome los mismos interrogantes una y otra vez. Interrogantes cuyas respuestas creo que no son coherentes con lo que ustedes buscan. ¿Qué tiene que ver si conocí íntimamente a Merdik Lamaret o si mis hijos creen en Dios?
-Seguimos un modelo preconcebido de análisis. Nosotros no elaboramos ninguno de los puntos. Las grandes y omnipotentes Hermanas Centrales…
-¿Se refiere a las Computadoras Madre?- añadió con ironía.
-Las Hermanas Centrales, tal como iba diciendo, se han ocupado del muestreo psíquico. Pero como veo que usted no se deja manejar, le repetiré la última pregunta del cuestionario tres veces, únicamente tres veces, y tendrá un minuto para decidirse a responder antes de que apliquemos la continuidad en las fases de su reclusión.
-¿Es una amenaza?- su ancha frente de nacarada piel, casi sin arrugas, estaba perlada de sudor, aún a costa de aquella corriente aérea que le impactaba en la cara.
-No existen amenazas. Existen los hechos. En todo caso, las profecías de algo que va a ocurrir si no colabora- la voz metálica no mentía, la cara impasible no delataba sentimientos de clemencia, su frente estaba bien pulida y seca; su compañero, que asía fuertemente los hombros de la mujer, le dirigió una rápida mirada de asentimiento-. Tranquilícese, es bien sencillo. Me podría decir, por favor, ¿dónde está Lamaret?
-¡¡¿Qué?!! ¿Bromea?
-Sabemos que usted sabe, o por lo menos intuye, que tal vez el Lamaret con el que usted acaba de reencontrarse, no es Lamaret. ¿Es así?
-Y si así fuera, ¿no sacaría en conclusión que se han cargado a nuestro presidente?- el nivel de presión aplicado en los hombros de Imagien tuvo que ser aumentado durante escasos segundos como efecto de la alteración mental a la que había llegado.
-¿Dónde está Merdik Lamaret, Imagien Ges?
-Odio que me llamen Ges. Es un signo despectivo…
-Sí, de los terráqueos a los selenitas. Una marca sonora. ¿No es así, esclava lunar?
-¡No le consiento!- No se creyó necesario dejar inmovilizada ninguna extremidad. Con aquellas frías manos ciñendo las clavículas de la mujer había sido suficiente. Los selenitas nunca se ofuscaban, pero la historiadora era más que una habitante del sistema Tierra-Luna-Marte. En su sangre corría el fuego. Un antepasado terráqueo corrompió la frialdad de los genes de su raza. La herencia provocó el estallido. Se deshizo de su marcador y se enfrentó cara a cara con su provocador-. ¡Lamaret está bien vivo! ¿Sabes? Pedazo de chatarra parlante; ¡Está bien vivo y vendrá a liberarnos!
Estupefacta ante lo que había declarado, volvió a su asiento, no sin antes dejar resbalar su muñeca por la superficie húmeda de su barbilla.
-¡Vive Dios si lo comprendo! ¿He dicho que Lamaret vive? ¿Y yo qué sé?
-“Lamaret está bien vivo, ¿sabes? Pedazo de chatarra parlante, está bien vivo y vendrá a liberarnos”, han sido literalmente sus palabras.
Imagien Landakeer cerró los ojos; una carcoma reciente le roía el espíritu.
“Perdone, Presidente, le he traicionado, no ha sido intencionadamente, pero lo he hecho”.
-No Imagien, todo está bien.
-¿Quién?- continuaba con los oculares inactivos, pero sin necesidad de levantar el telón de sus párpados sabía que aquella voz que había percibido dentro de su cabeza no correspondía a ninguno de sus acompañantes. Era una voz cálida y dulce.
–Quédate en paz contigo misma. El Plan está siendo cumplido. Ten paciencia. Únicamente, ¡espera!
-¿Presidente?
-No, no soy tu presidente, soy tu amigo, soy Merdik.
-Merdik, ¿desde cuándo…?
-Desde siempre. Y más aún a partir de ahora.
-Señorita Landakeer, Imagien Ges, responda.
–No, no lo hagas. Ya no vale la pena.
Ya no vale la pena. Se te dice con plenitud de conocimiento.