Dicen que sólo se tiene una vida. No sé si una o muchas, pero todas las que nos toque disfrutar, deberíamos sentirlas en cada segundo, cada milésima de segundo del tiempo transcurrido entre una y otra, como algo que va a ser único e irrepetible y, por ello, tenemos que alcanzar la felicidad y dar la felicidad. Si no, ¿para qué vivimos?
Esta es la historia de un sastre, un zar y su oso.
Un dia, el zar descubrio que uno de los botones de su chaqueta preferida se habia caido.
El zar era caprichoso, autoritario y cruel (como todos los que se enmarañan durante demasiado tiempo en el poder). Asi que, furioso por la ausencia del boton, mando a buscar al sastre y ordeno que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.
Nadie contradecia al emperador de todas las Rusias, asi que la guardia fue hasta la casa del sastre y, arrancandolo de entre los brazos de su familia, lo llevo a la mazmorra del palacio para que esparara alli su muerte.
Al atardecer, cuando el carcelero le llevo al sastre la ultima cena, este meneo la cabeza y musito: «Pobre zar…».
El guardia no pudo evitar la carcajada.
– ¿Pobre zar? Pobre de ti. Tu cabeza…
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