PRIMERA PARTE
XVI
Un largo pasillo con suelo especular. Dos piernas femeninas apoyadas en plataformas de sujeción de realce posterior. Movimientos sinuosos y mirada concentrada. Cabello ébano, piel de nácar.
Su concentración se funde con tu ansiedad. ¿Qué ves? A ti mismo sentado en una tensosilla con las manos dobladas hacia el espaldar. Entre tú y ella, cabello ébano, piel de nácar, está tu obsesión martirizante. Es sólo un hombre y está muerto. Te fijas en su pálida tez. En sus marcadas e intensas ojeras. Sí, está muerto. Cabello ébano, piel de nácar te sonríe desde el otro lado del kilométrico corredor estrecho. Cada vez más largo, cada vez más largo. Su silueta se hace difusa con la distancia, pero su cara está presente. Te sonríe. Sin altivez. Con amor. Tú odias esa autosuficiencia. Y tu enemigo, muerto en el suelo. Un guiñapo.
Te vuelves hacia atrás. Alguien está seccionando tus muñecas. Lo hace limpiamente. No sientes dolor. Sólo el calor del láser. Qué primitivo. Quieres mirar tus pies y no puedes. Están allí abajo, en la distancia. A gran profundidad. Miras de nuevo sus hechizantes ojos. Te seducen, debes admitirlo. Te sonríes de ver a tu rival en el suelo desangrándose. Te sonríes de no sentir dolor mientras te bisturizan las manos. Te da igual ese detalle. Todo te da igual mientras no te hurguen en el cerebro. Tu especie lo tiene pequeño, tu cráneo tiene poca capacidad. Eres tan inteligente que te has adueñado de la situación.
Deja de sonreír. Ahora se ríe a carcajadas. Al hombre del suelo lo ves de pie ante ti y corre para alcanzarte. Se va acercando pero no llega. Estás bien situado en tu tensosilla. Tus manos se separan del antebrazo. Ríes. Él no te alcanza. Seguirá sin hacerlo hasta que tú no distingas sus rasgos. Sólo sabes que es tu enemigo.
Cabello ébano, piel de nácar se va cubriendo con una tela de araña. Sigue riendo. A carcajadas. Dedicadas a ti.
Tom Seedus obstaculiza la carrera de tu enemigo. Le golpea la frente y su mano se hunde en ella. Boquiabierto, te mira y llora. Llora porque no sabe, llora porque no entiende. Te pide una explicación. No la tienes.
Cabello ébano, piel de nácar está encerrada en su crisálida. El hombre sigue en tu busca. Te ve, te va a alcanzar. Gritas para que se detenga. Él se arrodilla, junta las manos en señal de plegaria y mira al techo. Desde él desciende una luz que lo baña con su radiante color oro.
Ahora eres tú quien llora. La emoción te embarga soliviantando tus lacrimales. Entornas los ojos y cuando los abres de nuevo, notas pegada a tu cara otra cara. La cara de tu enemigo. Vuestras narices se rozan y notas la fragancia de su respiración. Aún no has reconocido al hombre. Tom Seedus te da la espalda y se aleja por el largo pasillo eterno. Antes de que se funda con el horizonte, explota en mil pedazos, en incontables moléculas de agua. La cara se te enfrenta, sonríe y te besa en los labios. Esa tersura, esa humedad, ese sabor… es Shainapr. Pero sus ojos… son… No, es imposible. Él dejó de existir. Pero sin duda se trata de él. Lamaret ha vuelto, Lamaret está entre nosotros. Lamaret viene a vencerte.
Lo siento, Kras, de veras.
FIN DE LA PRIMERA PARTE